lunes, 7 de febrero de 2011

Otra razón por la que no puedo ser político

Los sábados por la mañana el centro neurálgico de la política toledana no es ninguna gran sede de institución pública sino un establecimiento mucho más mundano, el supercor. Si uno tiene la suficiente paciencia, o una amplia lista de la compra, por allí puede ver pasar a los más granados personajes que sientan sus reales en la capital regional.

Cierto es que entre este elenco no se incluyen los primeros espadas de la política regional y no creo que sea porque no hagan la compra, que tendrán necesidades como todo el mundo, sino más bien porque no residen en Castilla-La Mancha, según atribuye la rumorología capitalina. Puede ser, pero yo suelo poner en cuarentena la maledicencia local y en un alarde de generosidad prefiero pensar que es posible que vivan, al menos los fines de semana, en sus Ciudad Reales y Albacetes respectivos.

El caso es que este sábado me encontré con Leandro Esteban por un lado y con José Bono por otro y hay una coincidencia en su aspecto físico que me ha llevado a reflexión: ¡qué jodíos! (que día mi abuela) ¡cada vez están más jóvenes y delgados! Bueno, está bien, Leandro es más joven que yo pero hace unos añitos me sacaba varios kilos y Bono me saca unos años pero parece de la quinta de Esteban con ese pelazo y ese figurín. Si hasta me ha parecido más alto.

Jose BonoLeandro Esteban

Quizás mi reflexión debería haber sido más benévola y haber pensado en el ejercicio y esfuerzo que les cuesta esta imagen pero me ha salido la vena TTV y corroído por la envidia he realizado un análisis mental de las causas de este pacto con Mefistófenes. En los escasos treinta segundos que soy capaz de estar concentrado y, sin entrar en causas personales que sería un enfoque muy toledano, se me han ocurrido dos motivos para esta transformación.

Por un lado es posible que nuestro políticos quieran dejar de ser considerados estómagos agradecidos. Claro, si uno ve a un político panzón es probable que tienda a pensar que esa masa abdominal es fruto de la transformación de nuestros impuestos. Con estas imágenes tan estilizadas el pensamiento natural es más bien al contrario: pobrecitos, que hambre pasan. Según este principio, habría un principio de proporcionalidad inversa entra la panza y el grado de profesionalidad política.

En el otro lado, muy influido por mi faceta tecnológica, veo probable que la culpa la tenga el photoshop. Y es que claro, acostumbrados a verse en los carteles retocados y maqueados hasta límites insospechados, el espejo por las mañanas tiene que resultar muy cruel. Y es que no es lo mismo tener uno mismo conciencia aristotélica del poder ser que comparar cada día ese poder ser photoshópico con el ser real que se muestra en cada fotografía que ilustra un artículo o en cada vídeo de una comparecencia. Todos lo sufrimos esporádicamente cuando nos vemos retratados en algún reportaje familiar o evento lúdico por eso puedo entender la presión que es verse todos los días en los medios y enfrentarse a esos carteles publicitarios en lo que viene a ser una versión 2.0 de Dorian Grey.

Miro las últimas fotos que me han tomado, veo la masa abdominal y concluyo: me sobra talla para político.

1 comentario:

PJ dijo...

Gracias. Tarde rato en poder respirar...