jueves, 11 de octubre de 2012

Crónicas playeras. El retorno.

Hace mucho que no escribo en el blog, la mala leche no es buena musa para desarrollar ciertas ideas y he preferido esperar al paso del verano para volcar aquí mis tan leídas (22 visitas) y exitosas (0 comentarios) crónicas playeras.
Como personaje playero se me podría clasificar en la subespecie estadístico-decepcionante. La pertenencia a la primera familia probablemente viene predeterminada por la segunda. Me explico.
Para empezar se me podría describir como fornido, lo que viene a querer decir gordo nivel corte debajo de las tetas.
Llevo un bañador reciclado "adidas'82" que es lo más parecido a un Meyba de toda la vida que encontré en mi armario.
Sí, es cierto que en estas mismas páginas confesé tener un precioso bañador con estampados del Corto Maltés, pero como quiero que me dure lo reservo para las ocasiones.
Llevo sombrero aunque no es de ala ancha de medio lao. Querría que fuera un panamá, no obstante, dado su precio y mi sueldo menguante, tengo que conformarme con uno de paja de San Miguel que me dieron en el Descenso del Sella de 2009, cuando la propaganda todavía se regalaba. Por lo menos creo conservar cierta dignidad en mi atuendo al no sucumbir a la gorra de piloto de Fórmula 1 a la que me veo abocado en esas escasas ocasiones en las que el viaje a la playa es en low-cost y el San Miguel no cabe en la maleta.
La toalla debe ser de esa misma época, o anterior, en este caso de Microsoft. Esta es una de esas raras ocasiones en que uno puede asentar sus posaderas sobre una gran multinacional, lo que convierte la escena de descanso playero en una gran metáfora (por la imagen literaria en sí y por el tamaño de las posaderas, que todo hay que decirlo).
Tengo una riñorera que es mi mejor inversión de todos los tiempos: morada con cremallera color pistacho, mismo color que ilumina el logotipo de Nike de épocas anteriores a la eclosión de Michael Jordan. Me costó 1,20 USD en no voy a comentar qué año porque revelaría bastante de mi edad y ya no está uno para revelar nada. Pese a las transformaciones de los años, todavía es capaz de rodear mi abdomen que es eso que tengo donde antes había una cintura.
De aquesta guisa, no me queda otra que dedicarme a la vida contemplativa y a la más estricta observancia de las reglas monacales, que la vista no peca sino el pensamiento que creo que dijo San Benito.
Procuro realizar una observación discreta instrumentada por medio de largos y continuos paseos, más que montar un puesto de vigilancia que, además de grosero, resultaría molesto para el personal vecino del observatorio. Luego me siento y escribo notas así como muy trendy: en una moleskine con mi bolígrafo Fisher Space Pen de diseño aeroespacial. En realidad, suelo escribir con el boli del hotel en una libreta de publicidad, pero esto así directamente confesado resta mucho glamour al artículo.
Fruto de estos paseos son estas idioteces que ahora plasmo en este blog, no sin antes pasar por una cierta criba autocrítica porque uno no puede publicar todo lo que reflexiona y menos cuando no lo reflexiona o lo hace con la mente recalentada por los rigores estivales u otras distracciones que, aunque abundantes en ese entorno, tampoco es cuestión abundar en ellas ahora. Lo que no hago es el más mínimo análisis literario, fundamentalmente porque no tengo ni idea y, por tanto, escribo de corrido y sin corrección.
Se me ha ido el santo al cielo. No he explicado lo de estadístico y esto ya va para largo. Creo que lo de decepcionante ha quedado claro. A lo otro.
La observación peripatética deviene en estadísitco-contable probablemente por mi formación original en ciencias puras, que se decía antiguamente, y que hace que me guste contar. Cuento sillas, sombrillas, colores, tetas, olas, tablas de surf, calvos, gorros, castillos de arena... En resumen todo aquello susceptible de numeración. Tras numerar extraigo comparaciones: en esta playa hay más estos que aquellos; abunda más el tal que el cual; el año pasado era más de... y, como los paseos son largos, no me conformo con esto si que extraigo conclusiones y razonamientos de las causas de estos números.
Ahora bien, también soy poco de concentrarme y con cierta tendencia a la procastrinación con lo que al final esos números acaban convirtiéndose la mayor de la veces en meras percepciones con lo que mis reflexiones no son nada científicas. Ni lo pretendo.
Alguien podría preguntarse: si no es científico, ni literario ¿a qué diantres viene un blog? Pues básicamente es un desahogo, un ejercicio de autobombo y un lo que me da la gana que se refleja claramente en el número de visitas. Gracias amigos.
Total que, si no me vence la pereza como viene siendo lo más probable, tendréis reflejo de estas sesudas cabilaciones en esta misma URL. Eso sí, tras lo dicho: expectativas las justas.

2 comentarios:

Antonio Galindo dijo...

Algunos te leemos a través del Reader, y supongo que no nos contabilizas en tus visitas, pero te prodigas tan poco que a veces damos contigo de casualidad.

PJ dijo...

Gracias. Es cierto que no me prodigo. Intentaré mejorar.