jueves, 24 de noviembre de 2016

VI Jornadas Empresariales Manzanares

Departiendo sobre ciberseguridad


Hace tiempo que no deponía y se me ve cierta falta de entrenamiento verbal.
Espero volver a coger el tono poco a poco y dejarme de mmmm y eeeee

miércoles, 5 de febrero de 2014

Lealtad institucional

Llevaba tiempo dándole vueltas a la posibilidad de retornar a la blogosfera con un tema que últimamente ha aparecido en varias conversaciones laborales: la LEALTAD INSTITUCIONAL. Pero finalmente ha sido un artículo de Lucía Escapa el que me ha impulsado a escribir unas líneas, entre otras cosas, porque en el blog de Lucía no se puede comentar y los 140 caracteres de twitter se me quedaban cortos para todo lo que querría decir.

En el artículo se plantea la disyuntiva entre la lealtad a la Administración y la lealtad al poder político que se encuentran los funcionarios de carrera en su cometido, sobre todos quienes ocupan cargos ejecutivos.

En mi opinión esta disyuntiva no existe por una sencilla razón: los únicos legitimados para equivocarse son los cargos políticos, quienes reciben un mandato, indirecto si queremos precisar mucho, que la ciudadanía expresa con su voto y renueva en cada proceso electoral.

En la ejecución de una política pública los funcionarios, en ejercicio del principio de lealtad institucional, deben formular todas sus objeciones y aportaciones en tiempo y forma y en los foros adecuados, y más leales serán cuanto más sean capaces sean de plantear y argumentar sus puntos de vista de forma que puedan ser percibidas, asimiladas y valoradas por el político.

Aquí entra en juego una definición muy de barra de bar del gestor incompetente: "Mal gestor es aquél que se rodea solo de gente que le dice siempre que sí". Y esto vale tanto para la pública como para la privada. La confrontación de ideas enriquece y es de necios evitarla a priori.

Con este conjunto de premisas, las que se plasmaban en el programa electoral o incluso también las "ocurrencias" de los órganos políticos, y las que han sido planteadas por su equipo de funcionarios de carrera, el gestor político debe tomar una decisión. Yo tuve un director que para que quedara claro decía una frase lapidaria "la dirección ha tomado posición".

Fijada esa posición, esa ruta a seguir, a los funcionarios no nos queda otra opción que aportar todo nuestro conocimiento y experiencia para que esa política pública se lleve a cabo conforme a los principios constitucionales que rigen la labor de la Administración.

De otra manera, ¿de qué legitimidad estamos investidos los funcionarios públicos para interpretar cuál el el cambiante interés general? Y si estamos equivocados en esa defensa de la Administración ¿cuál es nuestro mecanismo de control y verificación ciudadana?

Bien es verdad que, a partir de ese momento, al funcionario con esa responsabilidad ejecutiva le quedan dos caminos adicionales: o retirarse a los cuarteles de invierno y solicitar una plaza base; o declamar en el bar con los amigos "qué mal lo hacen estos cabrones".

Desde un punto de vista muy personal, permitidme que presuma de haber mamado esta concepción. Hace años, cuando me presentaron a un entonces gestor político, recuerdo que me saludó diciendo: "¡Hombre! Yo trabajé con tu padre y era la personificación de la lealtad institucional, como tenía tanta experiencia, además de venir del antiguo régimen" (y esto lo decía con sorna) "siempre tenía algún matiz que cuestionar. Eso sí, cuando se tomaba la decisión se alineaba como un solo hombre aunque sabíamos que no era en lo que él creía".

Como no puedo traer a mi padre, ni a ninguno de aquellos leales funcionarios de carrera de la transición, para ilustrar este artículo os pongo otro gran referente de la serie británica "sí, señor ministro".

Ya si eso, otro día hablamos de los gestores que no escuchan, que no confrontan ideas, que no deciden, que no...



Por cierto, si os interesan los temas relacionados con la Administración os recomiendo seguir a @Lucia_E, no siempre opinamos igual, pero siempre es enriquecedor su punto de vista.

martes, 17 de diciembre de 2013

Por una buena causa


A veces hay que hacer un esfuerzo, vencer timideces y reparos, y hacer lo que hay que hacer por una buena causa.

La Fundación Vicente Ferrer ha iniciado una campaña de sensibilización para promover el apadrinamiento y continuar su tarea de erradicar la pobreza en una de la India del tamaño de la provincia de Cáceres llamada Anantapur.

Para esta campaña se ha contado con el efecto llamada de un gran actor como es Imanol Arias aprovechando la coyuntura de que recientemente ha terminado el rodaje de una película en la que él representa el papel de Vicente Ferrer.

Todos los que conocemos y queremos a la Fundación tenemos una especial ilusión en el estreno de esta película realizada por Televisión Española y cuya distribución se prevé se realice solo en la pequeña pantalla. Creo que va a ser curioso, y será una demostración de buen hacer interpretativo, ver a Imanol dando vida a un personaje histórico tan reciente y del que todavía muchos guardamos recuerdo. Es un error mío obviamente pero veo tan difícil que el nervioso Antonio Alcántara se transforme en el pausado Vicente Ferrer.

Ha sido más difícil contar con personajes locales para apoyar esta difusión. A la Fundación no, porque después de haber conocido en directo su labor no les puede decir que no a nada, pero para mi ha sido complicado, uno no se ve en pantalla, intentando trasmitir un mensaje tan por encima de uno mismo. Graba uno media hora con la convicción de que luego van a cortar y poner unos segundos. Ese rato que hablas no puedes fallar, tú no controlas el proceso de edición y puede que una anécdota sin importancia llame más la atención que el fondo que quieres transmitir. No creo que sea el caso porque Piedad, la redactora de CMT a quien debo dar las gracias, ha construido una pieza que en un minuto condensa la emoción de la cooperación con el rigor de la actividad de la Fundación en India.

Os dejo las dos versiones: la del profesional competente y la del espontáneo bienintencionado.

 
PD: Para los que habéis preguntado, sí se puede colaborar con la Fundación Vicent Ferrer sin tener que dejarse barba

jueves, 11 de octubre de 2012

Crónicas playeras. El retorno.

Hace mucho que no escribo en el blog, la mala leche no es buena musa para desarrollar ciertas ideas y he preferido esperar al paso del verano para volcar aquí mis tan leídas (22 visitas) y exitosas (0 comentarios) crónicas playeras.
Como personaje playero se me podría clasificar en la subespecie estadístico-decepcionante. La pertenencia a la primera familia probablemente viene predeterminada por la segunda. Me explico.
Para empezar se me podría describir como fornido, lo que viene a querer decir gordo nivel corte debajo de las tetas.
Llevo un bañador reciclado "adidas'82" que es lo más parecido a un Meyba de toda la vida que encontré en mi armario.
Sí, es cierto que en estas mismas páginas confesé tener un precioso bañador con estampados del Corto Maltés, pero como quiero que me dure lo reservo para las ocasiones.
Llevo sombrero aunque no es de ala ancha de medio lao. Querría que fuera un panamá, no obstante, dado su precio y mi sueldo menguante, tengo que conformarme con uno de paja de San Miguel que me dieron en el Descenso del Sella de 2009, cuando la propaganda todavía se regalaba. Por lo menos creo conservar cierta dignidad en mi atuendo al no sucumbir a la gorra de piloto de Fórmula 1 a la que me veo abocado en esas escasas ocasiones en las que el viaje a la playa es en low-cost y el San Miguel no cabe en la maleta.
La toalla debe ser de esa misma época, o anterior, en este caso de Microsoft. Esta es una de esas raras ocasiones en que uno puede asentar sus posaderas sobre una gran multinacional, lo que convierte la escena de descanso playero en una gran metáfora (por la imagen literaria en sí y por el tamaño de las posaderas, que todo hay que decirlo).
Tengo una riñorera que es mi mejor inversión de todos los tiempos: morada con cremallera color pistacho, mismo color que ilumina el logotipo de Nike de épocas anteriores a la eclosión de Michael Jordan. Me costó 1,20 USD en no voy a comentar qué año porque revelaría bastante de mi edad y ya no está uno para revelar nada. Pese a las transformaciones de los años, todavía es capaz de rodear mi abdomen que es eso que tengo donde antes había una cintura.
De aquesta guisa, no me queda otra que dedicarme a la vida contemplativa y a la más estricta observancia de las reglas monacales, que la vista no peca sino el pensamiento que creo que dijo San Benito.
Procuro realizar una observación discreta instrumentada por medio de largos y continuos paseos, más que montar un puesto de vigilancia que, además de grosero, resultaría molesto para el personal vecino del observatorio. Luego me siento y escribo notas así como muy trendy: en una moleskine con mi bolígrafo Fisher Space Pen de diseño aeroespacial. En realidad, suelo escribir con el boli del hotel en una libreta de publicidad, pero esto así directamente confesado resta mucho glamour al artículo.
Fruto de estos paseos son estas idioteces que ahora plasmo en este blog, no sin antes pasar por una cierta criba autocrítica porque uno no puede publicar todo lo que reflexiona y menos cuando no lo reflexiona o lo hace con la mente recalentada por los rigores estivales u otras distracciones que, aunque abundantes en ese entorno, tampoco es cuestión abundar en ellas ahora. Lo que no hago es el más mínimo análisis literario, fundamentalmente porque no tengo ni idea y, por tanto, escribo de corrido y sin corrección.
Se me ha ido el santo al cielo. No he explicado lo de estadístico y esto ya va para largo. Creo que lo de decepcionante ha quedado claro. A lo otro.
La observación peripatética deviene en estadísitco-contable probablemente por mi formación original en ciencias puras, que se decía antiguamente, y que hace que me guste contar. Cuento sillas, sombrillas, colores, tetas, olas, tablas de surf, calvos, gorros, castillos de arena... En resumen todo aquello susceptible de numeración. Tras numerar extraigo comparaciones: en esta playa hay más estos que aquellos; abunda más el tal que el cual; el año pasado era más de... y, como los paseos son largos, no me conformo con esto si que extraigo conclusiones y razonamientos de las causas de estos números.
Ahora bien, también soy poco de concentrarme y con cierta tendencia a la procastrinación con lo que al final esos números acaban convirtiéndose la mayor de la veces en meras percepciones con lo que mis reflexiones no son nada científicas. Ni lo pretendo.
Alguien podría preguntarse: si no es científico, ni literario ¿a qué diantres viene un blog? Pues básicamente es un desahogo, un ejercicio de autobombo y un lo que me da la gana que se refleja claramente en el número de visitas. Gracias amigos.
Total que, si no me vence la pereza como viene siendo lo más probable, tendréis reflejo de estas sesudas cabilaciones en esta misma URL. Eso sí, tras lo dicho: expectativas las justas.