Mañana en Castilla-La Mancha se celebra el primer Consejo de Gobierno desde la publicación de la estructura del nuevo ejecutivo. Es por tanto un día de nombramientos y, por ello, de ceses.
Es fácil decirlo desde la posición, hoy por hoy, estable del funcionario pero cuando alguien acepta un puesto de responsabilidad política tiene que estar preparado para su cese desde el mismo día de su nombramiento. Y es que por suerte, o más bien por desgracia, la continuidad en un puesto no depende siempre de la labor ejercida.
Directrices políticas, reducción lineal de cargos, paridad, pertenencia real o supuesta a una corriente o familia del partido en el gobierno, amistades o enemistades fehacientes pueden ser causa directa de sustitución.
En algunos casos la tendencia natural es pensar que es injusto pero quizá sirva de consuelo plantearse que ese mismo tipo de injusticias pudieron producirse en los nombramientos anteriores.
Si se selecciona o no a los mejores para cada uno de los puestos es una cuestión, además de subjetiva, complicada. ¿Sería una empresaria o un profesional triunfador en un ramo un buen Director General?¿Conocería suficientemente los resortes y barreras con las que trabaja la Administración?¿Estaría dispuesto a dejar su carrera por el sueldo que se paga en la Administración?
Los ciudadanos elegimos un partido político para que lleve a cabo un programa de trabajo durante una legislatura y es la responsabilidad del cabeza de cartel rodearse de los colaboradores más eficientes para llevar a cabo esa tarea, y por eso les vamos a juzgar en los siguientes comicios.
Hay un aspecto que a veces se olvida y no trasciende a la opinión pública que está más relacionado con las relaciones personales o, incluso con la buena educación: al que se va hay que darle una palmadita en la espalda y agradecerle los servicios prestados antes de que se produzca la sustitución. En todas las administraciones se conocen casos y anécdotas de personas confirmadas que se enteran de su cese por el boletín oficial. Puede que incluso fueran casos de inutilidad manifiesta, pero lo cortés no quita lo valiente y a las personas hay que tratarlas como a tales y comunicarles las decisiones a la cara, en tiempo y forma.
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