sábado, 13 de septiembre de 2008

En tiempos de mudanza

Las épocas de cambio de Gobierno resultan siempre curiosas desde la perspectiva del mero espectador. Aunque en el caso de un empleado público no siempre se limita a la contemplación del espectáculo pues de una forma más o menos indirecta ves afectado tu trabajo o tus relaciones socio-laborales.

Aunque lo teóricamente natural sea que este proceso sólo ocurra una vez cada 4 años, en nuestra Región hay una especie de tradición de cambios tardoveraniegos rondando las épocas de las ferias populares. Parece como si el regreso de vacaciones estimulara en nuestros dirigentes políticos la necesidad de cambiar de compañeros de pupitre para el nuevo curso.

El cambio de este verano ha sido profundo y no un simple intercambio de titulares. Se han dividido Consejerías para fusionarse con otras y se han transformado Direcciones Generales con el fin de reducir su número.

Esto me plantea algunas cuestiones de mayor calado como si la administración sólo debe ser austera en épocas de crisis, si tener menor estructura es un ahorro o sólo el chocolate del loro, si no se ahorraría más eliminando algunos organismos autónomos, institutos o empresas públicas de las que últimamente tanto han proliferado o si determinadas funciones como el impulso de las TIC tienen la relevancia que debe tener, aunque en esto quizás no sea objetivo.

Pero hoy sólo quería comentar algunas cuestiones más superficiales y de naturaleza más humana.

En los primeros momentos de estos cambios estructurales no se tiene muy claro el reparto de competencias. Los empleados de los departamentos afectados llegan a su trabajo desnortados ¿qué pasa con nosotros?¿nos cambian de centro de trabajo?¿han dicho que nos vamos a tal o cual sitio? o incluso ¿de quién dependemos nosotros? Claro, esto lleva a cuestiones personales que descentran a la gente de su trabajo y, en algunos casos, llegan a paralizar las tareas administrativas: a mi me viene fatal, no me pilla en la ruta de dejar a los niños en el cole, con lo mal que se aparca allí, cesará mi interinidad o mi comisión de servicio, mi puesto está duplicado...

Pero también hay otro aspecto humano que altera el normal funcionamiento: la curiosidad. Se cargan a fulanito, a menganito lo nombran no se qué, no no es menganito es zutanito, que va a hacer fulanito... Todo es un hervidero de rumores.

No creo que haya posibilidad de impedir estos daños colaterales consustanciales a la naturaleza humana pero quizá se podrían minimizar un tanto si junto con los anuncios de nuevas Consejerías se hiciera el de sus estructuras competenciales. De esta forma quedaría también meridianamente claro que la estructura está meditada y estudiada y que no quedan flecos sueltos para la semana siguiente o la improvisación como algunas declaraciones pueden hacer parecer.

Quedaría aún el trance de los titulares de los cargos políticos y de libre designación, pero estos por la naturaleza de su nombramiento ya deberían tener sumido su carácter temporero y la reserva de chupetes de lexatín en el cajón.

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