lunes, 15 de diciembre de 2008

Gastar, una obligación moral

Hace ya unos días leí un artículo en k-government sobre la inclinación de los jóvenes a la Función Pública y la posterior queja de escasez de sueldo una vez adquirida la condición funcionarial.

Estoy 100% de acuerdo con el texto de Louis Crandell, como casi siempre, pero el texto además me llevó a una reflexión adicional al hilo de la crisis sobre la actitud que debemos tener los empleados públicos en estos tiempos de borrascas y los comentarios de algunos compañeros de la necesidad de contener los gastos.

Surge el tema a vueltas con el espinoso asunto de la cena tradicional de Navidad que se celebran por estas fechas. En algunos centros se está pregonando como medida de austeridad la suspensión de estos boatos.

Podría aceptar con muchos reparos que la Administración no subvencionara una parte de esa celebración por que lo que los empresarios necesitan es que quienes pueden hacerlo gasten con normalidad. Si los políticos creen que es razonable no generar riqueza local llenando los locales de ocio en las fechas navideñas y dando ese precario sueldo a los camareros ocasionales que se contratan para estas fechas allá ellos.

Los empleados públicos debemos solidarizarnos con el resto de los trabajadores y gastar lo que teníamos previsto. No hablo de derrochar y consumir lo que no queremos en pro de los beneficios empresariales, sino llevar a cabo nuestra vida de forma lo más cotidiana posible.

Es cierto que los empleados públicos estamos, en algunos casos, peor pagados que nuestros homólogos en la empresa privada. Esto es así cuanto más cualificado es el puesto, pues con carácter general, los niveles básicos tienen una remuneración equiparable a la del mercado. Pero no es menos cierto que la probabilidad de impago de la Administración a los empleados es baja y la de ERE, nula.

Un amigo bancario, que no banquero, me comentaba que siguen estando deseando recibir funcionarios para negociar financiaciones en sus oficinas.

Por ello la mejor forma de contribuir a la economía nacional es mantener el flujo de capital. Hacer cena o comida de Navidad, cambiar de coche si nos toca, negociar el préstamo para un piso o lo que se tercie.

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